VICENTE HUIDOBRO, su difícil popularidad

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Por  Arturo Flores Pinochet

¿Qué ha pasado con el iniciador  de la corriente vanguardista “El Creacionismo” en Chile?. Alrededor suyo existe una división  tajante: admiradores o detractores. No hay términos medios. Desde luego, no tuvo la popularidad de Neruda, Gabriela Mistral o Nicanor Parra. Tampoco le concedieron, como a María Luisa Bombal,  el Premio Nacional de Literatura. Mereciéndolo. Eso quizás habría servido. En la época de sus primeras producciones, por otra parte,  la crítica literaria no  fue precisamente afectuosa. Se  reconoce su autoridad más en el extranjero que en su patria. Formó, como los grandes poetas, un grupo que lo incensó de tal manera que muchas veces la humareda los  escondió a todos. Cuando se le nombra, vienen de inmediato las imágenes farandúlicas, que fue amigo de Pablo Picasso, Jean Cocteau, Le Corbussier, Miró, etc. , la escapada a Buenos Aires con la bella Teresa Wilms Montt,  sus tres matrimonios, la participación como corresponsal en la Segunda Guerra Mundial y un largo etc. El común de los lectores, al oír su nombre, trae de inmediato a colación aquello que el “escritor es un pequeño Dios”, “si el adjetivo no da vida, mata” y el “Non Serviam”, además por supuesto de mencionar a Altazor.

Y nada más.

Su nombre tiende a permanecer  oculto del imaginario popular. Si bien es cierto se han creado Fundaciones, reeditado sus libros y existen  exégetas de su tarea, en definitiva no ha prendido. Aun nombrándolo a menudo.

Como Pablo de Rokha.

Aun más: analizando su poesía, en punto a la búsqueda de lo colosal y el desequilibrio, se le compara con el poeta de Licantén,  lo cual no le hace ningún  favor.

Y no es un  poeta inadvertido.

Ha creado imágenes bellísimas, de lograda factura, rozando la genialidad. Tiene grandes aciertos poéticos y narrativos. Es distinto, original, provoca reconfortantes enfoques. El Mío Cid Campeador, por ejemplo, es notable en su factura narrativa. Ciertamente tiende al ensanchamiento, a la desmesura y juega mucho con las palabras, lo cual ocasionó que algunos críticos expresaran que lo suyo es chocarrería, bromas, burlas al lector. Es decir, no lo toman muy en serio. También brota, por supuesto, la política. Indican que se afilió el Partido Comunista, pero luego se desvinculó. Es por ello tal vez que  nunca le proporcionaron el Premio Nacional de Literatura. Los comunistas, ya sabemos,  han impuesto la mayoría de los ganadores en este esquema, son expertos en elevar a mediocres,  sino que lo diga Volodia Teilteboim, quien como escritor  fue un conocido político.

La clase social, dentro de las doctrinas, es bastión importante.

Vicente Huidobro perteneció a la clase que se dice alta. Bien por él. Mal para su poemática. Por esos caminos, incluso, dudaron de la autoría de alguien que “no le había trabajado un día a nadie”. Dada esa condición, columbraron que sus versos carecen de nervio, vida, emoción, la emoción propia de los vates que conocieron cercana la pobreza extrema. Y no hay nada superior, recordemos, para el convencimiento político, social, religioso y artístico  que la visión de los pobres.

En fin, razones para enjuiciar a Vicente Huidobro desde una perspectiva negativa, predominan más que los aplausos, lo cual habla mal del poeta, ya que sus pretensiones originales seguramente apuntaron  a lo contrario, es decir, obtener loas por su trabajo.

Puede ser  que muchas de las conclusiones aquí expuestas tengan una pizca de razón. Es posible. Todo es factible en la vida. Pero de ahí a negar tajantemente la categoría de Vicente Huidobro en el Parnaso de la Poesía hay un largo trecho. No es tan simple disimularlo  o minimizarlo. Virtudes posee. Están a la vista. Hay estudios superiores. Su creatividad es consistente, renovadora, apreciable. Se le tiene como un Grande tanto fuera como dentro de las fronteras chilenas.

¿Qué más pedir?

¿Qué fue  rupturista?. Por cierto. Fue su intención primaria y, frente a los rompedores de  esquemas, la sociedad se conmueve, lo rechaza, cuesta que lo acepten de buenas a primeras.

¿Qué no fue precisamente el creador del Creacionismo?. Es factible. Algunos nombran a Reverdy. Otros a Apollinaire. Nunca se es creador de nada. Todo ya ha sido inventado. Pero buscarle por esos atajos la minimización de su tarea es, a todas luces, un argumento pueril.

¿Qué su nacimiento en cuna de oro fue óbice para apartarlo del lote?. También es una probabilidad, especialmente en un país en que abundan los resentidos sociales, con especial mención a los que militan en ideologías de izquierda, fanáticos de origen. Aunque, viéndolo seriamente, no debería ser.

¿Qué la persona era superior al escritor?. “Could be”. Al trasvasijar su “ars poetique” al papel, se suscitaba la gran escisión: la escritura tiende a la frialdad, a carecer de vida, se deshumanizaba, impacta, pero no conduele,  parece irreal, aunque esto último es justamente una de las particularidades de la creación literaria.

Algunos lo preferían tratar antes que leer.

El homenaje a un poeta chileno que en su época rayó a gran altura, que posee una obra poética original, valórica, notable y  se ha entroncado definitivamente, mejor dicho, obligadamente, en el Olimpo de los Poetas Chilenos, que  lo integran sólo cuatro: él, Pablo Neruda, Gabriela Mistral y Nicanor Parra.

Y no hay vacantes.

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