CUATRO GRANDES DE LA NOVELA CHILENA EN EL SIGLO VEINTE

Por Arturo Flores Pinochet

 Chile cuenta, qué duda cabe, con grandes novelistas. Incluso uno fue integrante del famoso boom latinoamericano. La novela chilena, en ese sentido, puede estar satisfecha. Ha tenido cultores de fuste y sus proyectos han traspasado las fronteras.

Hurgando en la historia literaria asoma con méritos propios, magnos, con una propuesta especial,  diríase innovadora, un chileno que tuvo humilde cuna y despejó el camino de la vida a puro esfuerzo. Hay muchos que forzaron similar itinerario, pero pensamos que MANUEL ROJAS los supera con largueza. Para empezar, en términos literarios, posee un estilo espléndido, muy sui generis, que absorbe al lector y lo lleva mágicamente de la mano hasta el final. El estilo de Rojas es muy decidor a la hora de las formas. Breve, sintético, preciso, “al hueso”. Luego están sus temas. Todos o la gran mayoría proviene de vivencias personales, pervividas en los bajos fondos o aventuras que tuvo. Por ejemplo, en la cordillera. Pero lo que sobresale en su tarea es la capacidad de hundirse en la conciencia de sus personas y, a partir de ahí, escenificar el motivo, estructurar  la narración y empalmar con el interés.

Toda la novelística de Manuel Rojas es interesante, seductora, contundente.

Revolucionó la forma narrativa, introduciendo el monólogo interior o corriente de la conciencia e incursionó en la sicología de los personajes del sub mundo social.

El otro prominente en la novelística chilena posee aire más cosmopolita, es vario en su temática y fue pródigamente reconocido en todos los niveles.

Trátase de JOSE DONOSO.

Tiene un libro excepcional: Coronación, pero otros no le van en saga : Casa de Campo y El Obsceno pájaro de la noche. Su mirada se detiene en el desvencijamiento de un tipo de sociedad, especialmente de personas con muchos años  a cuestas, ubicados en las clases medio alta. Presenta cuadros complejos en su estructura sicológica, nerviosos, enmarañados en las relaciones interpersonales. Corrosivos. Su mundo es la intimidad. Rara vez sale al exterior. Mucha casona antigua, mucha veterana, mucha problemática social, personal, sicológica.

No es fácil leerle.

Su personalidad neurótica está refundada en sus escritos y por ello a veces la lectura se hace dificultosa. Pero su obra en general es más que convincente, posee verdaderos aciertos descriptivos y está inserto en la novela moderna, con mucha influencia anglosajona. Integró a los escritores latinoamericanos que formaron el famoso boom latinoamericano (más bien boom publicitario) y que, de alguna manera, sirvió para que las letras suramericanas fueran conocidas en el planeta.

Manuel Rojas y José Donoso representan las columnas fuertes de la novela chilena. Después de ellos surge una masa heterogénea que contiene espléndidos exponentes, pero que corren por tierras diferentes.

La historia en general designa siempre a ALBERTO BLEST GANA como el padre de la novela chilena, y, por ello,  ha sido materia de nutridos estudios. La obra más conocida es Martin Rivas, hasta hoy lectura obligada en los colegios y trasladada al cine y televisión con relativo éxito. Su vida en el extranjero no le impidió escribir  teniendo  como contexto a su país. Representa un  muestrario de la sociedad chilena de la época y es indudable que el hombre poseía destreza. Su quehacer está estructurado en períodos y es anchuroso en el tiempo.

Pero no es cómodo ni entretenido. Su estilo no resulta aprehensible y cuesta mantener el interés de la lectura. Se extiende en demasía.  Es moroso. Sus temas pueden resultar interesantes, aunque a ratos es monótono, y, si bien hay una formula manida que es el relato de las circunstancias humanas en determinadas épocas, donde la pasión, el amor, los odios, las debilidades, son parte fundamental, no puede dejarse de lado. Mal que mal desfilan por sus relatos una parte de la historia chilena.

Además, están los estudios sobre su obra, extensos, variados, profundos…

Tanta gente no puede estar equivocada.

Luego devienen Eduardo Barrios, Joaquín Edwards Bello y María Luisa Bombal. Más atrás, Marta Brunet, Luis Durand, Alberto Romero,  y, por predilección, Jorge Inostrosa, a quien, reiteramos, no se le ha hecho justicia.

Pero sólo nos resta uno.

EDUARDO BARRIOS es autor de conocidas novelas: Gran señor y Rajadiablos, El Niño que Enloqueció de Amor, (lectura obligada en los establecimientos educacionales), Un perdido, El Hermano Asno, etc. Tiene variedad. Por su parte, la historia ha considerado a JOAQUIN EDWARDS BELLO como novelista, pero al final, ha devenido en cronista social, donde es imbatible. Sus novelas: La Chica del Crillón, El Roto y Criollos en Paris.

La tercera en discordia es una escritora. Finísima. Etérea. Especial. MARIA LUISA BOMBAL. Tiene dos obras portentosas: La Amortajada y La Ultima Niebla. Además se inscribe La Historia de María Griselda. Ella permite la calidad antes que la calidad. Y en un país donde mucho significa excelente, no pudieron premiarla como correspondía, aunque en torno suyo hirvieran aplausos y panegíricos. Escribió como los dioses y no se le notan influencias visibles en sus asuntos. De cierta forma, innovó en la literatura chilena y su figura se agiganta con el tiempo, al contrario de otros, más extensos, que  han  empequeñecido.

MARTA BRUNET y LUIS DURAND incursionaron en la novela de tintes campesinos, lejanos, eso sí, al criollismo soporífero que comandaba Mariano Latorre. No descontaron textos con dramas urbanos. Sus obras son contundentes, reales, muy bien estructuradas, con un apreciable manejo del lengua y con oficio a la hora de constituir tramas. Frontera, por ejemplo, la mejor novela de Durand, es espléndida. Montaña Adentro fue el libro que le abrió a Marta Brunet las puertas de las letras chilenas. Después cuentan Bestia Dañina y María Nadie. Publicó siete novelas.

Ambos son buenísimos.

Al final queda JORGE INOSTROSA, mirado con desdén por las letras chilenas, especialmente por el éxito de ventas que tuvo en su trayectoria. Algo parecido a lo que ocurre hoy con Isabel Allende y Hernán Rivera Letelier. Sin embargo, a no equivocarse. Jorge Inostrosa se introdujo en la maraña histórica y allí no tiene contrincantes. Toda su obra está estructurada al través de un plan perfectamente calculado que abarca desde la Colonia, pasando por la Independencia y terminando con la Guerra del Pacifico. Predomina la realidad y hay pocos atisbos ficticios. Se documentaba a fondo. Entre medio hay una novela señera, La Justicia de los Maurelio, que tampoco ha sido realzada como se merece. La calificación de folletinista, cuando comenzó su Adiós al Séptimo de Línea, lo marcó de alguna manera y se grabó también en el imaginario intelectual, el que no lo aceptó con agrado. Tiene muchas condiciones estilísticas, maneja con oficio la tensión dramática, hay arte en su tarea, como asimismo, el humor es presencia indiscutible. Poseyó un facultad matriz notable para manejar diferentes personajes en sus libros, condición que pocos son capaces de realizar.

En síntesis, no se le ha hecho justicia, posee una obra contundente y es el mejor novelista histórico.

Entonces, ¿quién es el cuarto Grande la Novela Chilena durante el Siglo Veinte?.

ARTURO FLORES PINOCHET

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