Servicio Secreto Chileno en la GDP

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Por Jorge Arturo Flores
Guillermo Parvex, autor de “Un Veterano de Tres Guerras, publicó este volumen en el año 2017, el cual tiene como valor principal reunir, por primera vez, la actuación del servicio secreto chileno en la Guerra del Pacifico. La información estuvo siempre. Él hizo el esfuerzo de aglutinarla en un todo coherente, darle forma y fondo, logrando de esta manera un valioso documento sobre el complejo, arriesgado e ingrato oficio del espionaje.
Merced a los esfuerzos de varios chilenos y extranjeros, tanto en Chile, Perú y Bolivia como también en Europa y parte de América, el Estado de Chile tuvo información oportuna de lo pactado por las naciones enemigas, tanto en términos de diplomacia como en lo referente a movimiento de tropas y lugares específicos para la confrontación.
La mayoría de los chilenos desconoce este flanco callado y hasta oscuro.
Hoy es una práctica imprescindible en los países del planeta. Nada se realiza sino está la aprobación de los sistemas de pesquisa.
Quienes leímos la formidable biografía de Alberto Blest Gana de nuestro escritor favorito Alone (Hernan Díaz Arrieta), conocíamos de primeras aguas el notable desempeño que tuvo el escritor y diplomático en Europa. Alone, con lujo de detalles, muestra los esfuerzos, hasta desesperados, que realizó el escritor para evitar que llegara a Perú barcos, armamentos y balas. Es increíble el número de acciones que ejecutó en el soterrado mundo de la diplomacia para impedir que el enemigo se armara y presentara un poco más de resistencia. Evitó, por ejemplo, la compra de varios buques de guerra, casi iguales o superiores a nuestros blindados. (3 acorazados, 2 fragatas)
Parvex, en su libro, habla in extenso sobre él y resalta su gestión.
El texto es abundante en correos y cartas que el recopilador recogió para respaldar su labor. Eso quizás le quita ímpetu a la lectura, porque hace moroso el relato.
Pero no quita interés.
Cabe señalar, asimismo, que la pluma del autor es clara, simple, sin recovecos, grata al paladar. Muchos sucesos los narra con interés y, a veces, creemos estar leyendo un relato novelístico. He ahí uno de los tantos méritos de Guillermo Parvex unido, por supuesto, al inmenso trabajo de investigación (más de 3 años).
Hay varias acciones y hechos que son valiosos, pero quisiéramos recordar dos.
Uno es la captura de una torpedera que venía rumbo a Perú en un barco, el Colón, desarmada, para incrementar el poderío peruano. Alertado por la inteligencia chilena en Panamá, el gobierno chileno destinó al transporte Amazonas para capturar la lancha de marras, lo cual ocurrió exitosamente. Su nombre era “Alay” y en Panamá subieron los marinos peruanos. Al aprisionarla se le cambió el nombre por “Guacolda” y de esa manera sirvió a la Armada Chilena.
Pocos saben de esta historia.
La otra tiene relación con la llegada de dos buques mercantes a Punta Arenas trayendo fusiles Comblain, carabinas Winchester, miles de cartuchos y cajones con equipo de diverso equipamiento. Alertado por el espionaje peruano, de inmediato el Presidente incaico envió la “Unión” a prenderlos. En Paris supieron de esta misión enemiga y avisaron a Santiago. Se cursaron órdenes y surcaron los mares la corbeta “O’Higgins” y el transporte “Amazonas” para evitar la captura. La Unión aguardó en Punta Arenas su presa, pero cuando supo que se acercaban dos buques chilenas, al más puro estilo Huáscar, emprendió la huida. Los dos mercantes llegaron al día siguiente al puerto austral.
Se salvaron por horas.
Para quienes leyeron “Adiós al Séptimo de Línea”, novela capital para el conocimiento público de la Guerra del Pacifico (homenaje a don Jorge Inostrosa), el libro nos trae dos personajes que cautivaron nuestra atención.
Se trata de Leonora Latorre y Manuel Rodríguez.
Inostrosa, obviamente, ficcionalizó a Leonora Latorre, cuanto a físico y actividades. Lo mismo hizo Ramón Pacheco en su libro “La Jenerala Buendía” (sic). Inostrosa la hace trascender, la dibuja de tal manera que los lectores no la olvidan fácilmente y quedan irremediablemente enamorados de ella. Ramón Pacheco, por su lado, la recrea como Ema, pero mantiene el apodo de “Jenerala Buendía”. En verdad, históricamente la espía chilena vivió. En Iquique. Se llamaba Anita. Era joven, muy guapa y provocó la pasión del General Buendía, a cargo de las tropas peruanas. Anita lo subyugó, lo hizo su amante y obtuvo preciadas noticias sobre el enemigo, con lo que facilitó la tarea de nuestros marinos, civiles y militares.
Leonora Latorre continuó en su tarea de espía junto a El Profesor. Llega a Lima donde finalmente sucumbe en las manos de mujeres limeñas. Eso es ficción, pero de la mejor estirpe, tanto que mantuvo casi a un país entero pendiente del desenlace de Leonora en el famoso programa radial “El Gran Teatro de la Historia” allá por los años 1948, aproximadamente.
Su muerte la sufrimos todos al igual que la de Rafael Torreblanca.
Por otro parte, tanto Parvex como Inostrosa (con s) citan a Manuel Rodríguez Ojeda, descendiente del celebrado guerrillero chileno, como un gran explorador del ejército y también ejerciendo el espionaje.
Éste era de carne y hueso.
En sustancia, el libro provee de otros hechos interesantes que mueven al asombro, especialmente cuando se comprueba la inteligente, arriesgada y valerosa acción de chilenos y extranjeros que, trabajando en el anonimato, ofrecieron a nuestro gobierno los datos precisos para adelantarse a los episodios y obtener victorias que nos hicieron ganar la guerra.
Pertenecen al selecto grupo de los soldados olvidados.