CARLOS RUIZ TAGLE, sencillez maliciosa

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Por  Arturo Flores Pinochet

Cuentista, antologador, novelista, compilador histórico, el escritor Carlos Ruiz Tagle ocupó importante sitio en las letras chilenas.

Dentro de la escasa pléyade de escritores que practicaron en la literatura chilena el difícil género del humorismo, sobresalen sin duda alguna varios próceres, como por ejemplo, Jenaro Prieto (El Socio), Enrique Araya, (La Luna era mi Tierra) Baldomero Lillo (Inamible), Cesar Cascabel (Verdades Eternas), González Vera,  etc.

Entre ellos ocupa especial lugar el escritor Carlos Ruiz Tagle.

Poseía un estilo ágil y entretenido, con  fino humor. Alone, el gran critico de Chile, fue más allá y con su aguda sensibilidad decía de su estilo:   “esa claridad leve, esa sencillez maliciosa, esa gracia disimulada, el don crear en unos cuantos rasgos el ambiente, sin decir una sola palabra de más ni dejar palabra de menos…”.

A su haber se cuentan varios libros que hablan de esta peculiar característica. Uno de ellos, verbigracia, “ La Revolución en Chile”, que escribió junto al escritor Guillermo Blanco, es la summa de muchas cualidades. El texto en cuestión tuvo gran éxito entre los lectores e hizo reír a muchos. Trata sobre la aventuras de una mujer norteamericana, Sillie Utternut, en su paso por Chile y las vicisitudes que corrió frente a un país tan bueno “para echar la talla”.

Este libro fue publicado bajo seudónimos y al cabo de treinta años se supo de sus autores.

Tuvo un éxito asombroso. Hasta 1973 había alcanzó 21 ediciones con 110.000 copias, todo un récord en un país que no se caracteriza por el exultismo artístico.

Como todo escritor que labra el humor, sus relatos están inmersos en la pátina autobiográfica (Dicen que Dicen, Memorias de Pantalón Corto y la Edad del Pavo), donde el mirarse y reírse de si mismo es una nota predominante.

Pero si bien su pluma se regocijó en estos avatares, no se oculta su paso por otros campos del saber, como por ejemplo, su preocupación por la historia, engendrando varias antologías de ciudades chilenas, detalle éste que no se considera a menudo en el estudio de su obra.

Tiene un texto con reflexiones sobre ciertos hombres que él caracterizó como “Antifrivolos”, donde nuevamente apreciamos la pluma irónica, fina, amena y aguda, buceando en las almas de esos personajes y mostrándonos facetas ocultas que el común no conoce.

Eso habla muy bien de su agudo sentido de la ironía y, por supuesto, del talento para percibir los detalles que, reiteramos, el común no contempla.

Hay “salidas” de  su persona  que  demuestra el permanente sentido del humor, como por ejemplo, su visión de la puerta de entrada al Museo Vicuña Mackenna, la cual era tan estrecha que él decía: “ esta puerta está buena para el Conservatorio de Música, porque hay que entrar de canto”.

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