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Por Arturo Flores Pinochet
Publicado en 2004, conoció otra versión fragmentada en la revista Apuntes (1991), que fue la que dio la pauta para ponerla en escena (1992). Todo un éxito. Sin embargo, el texto, que es una traducción de la obra de Shakespeare, publicado por la Universidad Diego Portales, no tuvo, aparentemente, el mismo laurel.
Nicanor Parra, para dar a luz el libro, se demoró 12 años (1990-2004), leyó todas las versiones traducidas de la obra, viajó a Nueva York a documentarse y trajo varios ejemplares. Es decir, hay un trabajo a conciencia, profundo, que no deja dudas de la real capacidad del antipoeta para emprender tamaña tarea.
Desde luego, su traducción es diferente al resto.
Ensambla dos frentes. La coloquialidad parriana con la circunspección shakesperiana. Deja, en algunos recodos, la versión oficial en inglés, para contrastar. Es un trasvasije muy sui generis. Desde el inglés isabelino al castellano, más bien dicho, al lenguaje “chileno”, pues utiliza expresiones propias de nuestra habla. Pone especial énfasis en “las facetas más populares del lenguaje empleado por el inglés con miras a contrarrestar el sesgo demasiado culto que le dieron ediciones anteriores” (María de la Luz Hurtado).
Es el verso blanco de Shakespeare.
El texto, entonces, es amable y grato, porque no hay piedras que obstruyan el camino ni troncos que hablen de un academicismo pedante.
Es una obra de teatro que se lee con delectación e interés.
Parra dijo que los verdaderos actores de la tragedia no son los personajes que en ella surgen, sino las palabras. Y es ahí donde el poeta hinca el diente. En el sentido de las palabras, que es un mundo fascinante. Esto hace que su tarea sea realmente extraordinaria. Existe una pretensión de unir el habla de Shakespeare con el rigor del lenguaje chileno, coloquial, diario y popular. Ambos se juntan muchas veces y eso ha provocado que ciertos críticos expresen que la poesía de Parra y el teatro de Shakespeare poseen una relación bastante cercana. Por ello, entonces, que el traductor, en este caso Parra, no es un “traidor” (traductor / traidor) y su labor impresionante, desde todo punto de vista, si bien costó doce años, se simplificó por esa cercanía a que aludíamos
Leyendo el libro nos encontramos con frases, ¡tan parrianas!, que resultan geniales. Hablando de su hijo bastardo dice Gloucester:
La madre de este joven sí que pudo
Como que empezó a ponerse gordita señor
Y terminó por encontrarse con un niño en la cuna
Antes que un esposo en su lecho.
Cuando el rey Lear insulta a los subalternos, utiliza expresiones increíbles, propias de la antipoesía:
¿El padre de mi lady?.
Bellaco de los quintos infiernos, perro hijo de puta. Esclavo. Quiltro sarnoso.
Otro de los personajes secundarios, Kent, al referirse a Cornwall:,
Pícaro de siete suelas
Engendro contra natura
Sastre tuvo que ser quien te hizo
Pero todo lo anterior queda chico con la sarta de epítetos que Oswald espeta a Kent. Veámoslo:
OSWALD
Me conoces por qué?
KENT
Por granuja por pícaro por traga sobras
Despreciable
engreído
miserable
Eres un delator
un hijo de puta
Presumido
rastrero
zalamero
Sangre de horchata
Arribista cobarde
Caballero nonato de cincuenta libras
Holgazán insolente
Cuya hacienda cabe en una maleta
Tres tristes trajes al año
Patas hediondas
Empañador de espejos
Sí
Lacayo experto en genuflexiones
Pero que no es más que un engendro ruin
De granuja alcahuete
Cabrón
Hijo y nieto de perra descastada.
Te daré una paliza hasta hacerte chillar
Si te atreves
A negar una sílaba de tu currículum.
(PARRA, 2005, p. 69).
La seriedad de los motivos, en este caso del suicidio, está redactada en el tono primigenio, aunque con la mano de Parra:
Gloucester:
Gentilísimos dioses, poned fin a mis días
Para no volver a caer en la tentación de morir (*)
Antes del plazo fijado por vosotros.
El drama lo conocen los seguidores del dramaturgo al revés y al derecho. No conviene insistir en ello. Solamente decir que es una traducción de elevada alcurnia, que no se sentirá discriminada frente a las miles que se han escrito sobre el Rey Lear y que es un esfuerzo titánico del antipoeta chileno por colocar a un nivel medio el conocimiento de la obra de Shakespeare.
Sin embargo, reiteramos, hubo poco bullicio literario, escasas fueron las glosas que se tejieron frente a su aparición y no capturamos críticas literarias en derredor. Lo que más abundó fueron los análisis académicos, siempre dentro de su esquema pedante, oscuro, enrevesado, sin reverencias a la síntesis o a la brevedad ni menos la simplicidad y sencillez, como para que el público lego lo entendiera. Definitivamente estos seres abominables – que Lucifer los tenga pronto en su reino- tienen una marcada tendencia a la soberbia, a la egolatría, al pedantismo.
No pueden con su naturaleza.
El problema es que esos eruditos estudios no le sirven a nadie, sino a sus propios creadores.
Lear Rey &Mendigo es un libro inmenso, como decíamos, representa un significativo esfuerzo y constituye, por consiguiente, una gran obra teatral. No cualquiera se arriesga en este afán. Es un ejemplar que debe sindicarse como relevante en la bibliografía de Nicanor Parra.
No obstante ello, repetimos majaderamente, se habló poco. Permaneció, pensamos, demasiado inadvertido y hasta ignorado.
Por lo menos para el lector común.
(*) La Tentación de Morir, título que Alone (Hernán Diaz Arrieta) le colocó a un libro de crónicas políticas. Alguien, irónicamente, le sugirió que no la resistiera…