La Novela Chilena en el Bicentario

     

                                            Grandes Novelistas

Por Jorge Arturo Flores

Chile ha sido considerado históricamente país de poetas (antes lo fue  de historiadores), y, por consiguiente es el genero literario que más se cultiva,  aunque paradojalmente, no se vende en la misma proporción.

La novela gana lejos.

También los libros de auto ayuda y best Sellers.

La poesía se pierde en los anaqueles de las librerías al igual que el ensayo (siempre que no sea político, porque ése tiene adeptos) y la cuentística.

Claro que la poemática posee dos cimas que abarcan toda la historia for ever: Pablo Neruda y Gabriela Mistral, ambos Premio Nobel. Ahí la narrativa no tiene nada que hacer.

Pero la ficción ha navegado por esos procelosos mares con bastante acierto e incluso ha traspasado fronteras.

Veamos una sucinta reseña de los principales narradores de Chile

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 Al parece no hay dudas y no se presta para detracciones  considerar a Manuel Rojas como el máximo exponente de la novelística chilena. A partir de su libro Hijo de Ladrón, hubo un cambio notable en las usanzas literarias. Hay un antes y un después de Manuel Rojas. Si bien su obra cumbre es la mencionada, no hay que desdeñar sus trabajos posteriores. Existen volúmenes que, no teniendo la misma altura del mil veces galardonado, poseen virtudes que respaldan el talento de Manuel Rojas. Véase, por ejemplo, las novelas Punta de Rieles, Mejor que el Vino, Lanchas en la Bahía.

Hay allí mucho paño que cortar.

La otra cima narrativa, según los entendidos, es José Donoso, que también traspasó las fronteras, primero con su Coronación, lo mejor a nuestro juicio de su manufactura, y, posteriormente, con el Obsceno Pájaro de la Noche, Casa de campo, El Jardín de al lado, etc. Formó parte del boom latinoamericano.

He ahí nuestras cumbres exportables.

Antes de ellos existió uno al que llaman el padre de la novela chilena, Alberto Blest Gana. Es prolífico, sus obras se leen aun en los colegios, incluso de Martín Rivas se han realizado filmes, pero, a nuestro juicio, no es escritor popular ni llega con facilidad al lector común. Su estilo es farragoso, demasiados comentarios colaterales, descripciones a granel, trama lenta. En otras palabras, no entretiene ni se pasa un buen rato a su lado. Sin embargo, tiene un lugar preferente en la historia y hay respaldos académicos que no podemos enfrentar con nuestros argumentos de simple lector.

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Además de los nombrados, que podrían ser las mesetas de la novelística chilena, existen otros  que han  ganado renombre, merced, ante todo, a la calidad de sus trabajos. Tanto Eduardo Barrios con su Gran Señor y Rajadiablos y Un Perdido como Luis Durand con Frontera, tienen lugares merecidos en la historia literaria por la calidad de sus textos y porque atrapan con fuerza. Añadamos Maria Luisa Bombal, Magdalena Petit, Jorge Inostrosa. Existen algunos que, incluso, obtuvieron Premios Nacionales de Literatura como Augusto DHalmar, Joaquín Edwards Bello, Mariano Latorre, Salvador Reyes,  Edgardo Garrido Merino, Carlos Droguett, Marta Brunet, Benjamín Subercasseaux.  Por otra parte, hay un segmento de novelistas que sintieron atracción por el suburbio, dando lugar a buena literatura, aunque sin el eco de los nombrados. Ellos son Luis Rivano, Armando Méndez Carrasco, Luis Cornejo y Alfredo Gómez Morel. Son los principales. A ellos  agregamos Nicomedes Guzmán, Alberto Romero, José Santos González Vera (esplendido escritor), Oscar Castro (tiene poesía, cuento y novela) y Juan Godoy.

Hay un sector que se apoyó en historias del campo, específicamente en los problemas sociales que acarreó la explotación de los grandes hacendados: Reinaldo Lomboy con Ranquil, Daniel Belmar con Coirón y Roble Huacho; Gonzalo Drago, el mismo Oscar Castro,

A grandes rasgos son los clásicos de nuestra literatura.

Posteriormente, pasado el medio siglo XX, surgen nuevos cultivadores del género, con macizos trabajos, textos variados y buena llegada en la crítica y el público: Jorge Edwards, Antonio Skarmeta,

Pero a estos últimos los vencen lejos en popularidad, ranking y gusto del lector Isabel Allende, (Premio Nacional de Literatura 2010)  y Hernán Rivera Letelier. Ambos han concitado el interés del público chileno y extranjero. En el caso de Isabel Allende su fama corre fluida en el mundo. Sin embargo, “la tristeza por el bien ajeno”, vulgo envidia, ha realizado  encubierto calado de zapador en la familia literaria nacional. Críticos, criticastros, poetas, periodistas y académicos se han abalanzado con inusual fiereza contra los dos mencionados, atacándolos al revés y al derecho, con una ira que sorprende y una bajeza literaria que mueve a la compasión y al desagrado.

No le hallan valor literario, se lo niegan sistemáticamente, intentan arrasar con su fama, lo cual es imposible, y anhelan, en el fondo, fervorosamente, el dinero que ganan a raudales y que ellos, lamentablemente, no pueden conseguir.

Amargura y envidia.

Hay escritores que pertenecieron a generaciones post dictadura. Son buenos, aunque están muy cerca para analizarlos mejor. Igualmente, han surgido autores gays que han podido trabajar, inoculando el ambiente con una dimensión que antaño era censurable.

Hoy son aplaudidos…por temor, muchas veces,  a parecer homo fóbicos.

Algunos tienen talento, aunque nunca a la altura de los primeros citados en esta breve reseña.

Ellos naturalmente se creen casos únicos.

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Son muchos los llamados, pero pocos los escogidos. Quedan en el camino numerosos novelistas que debieran ser nombrados, porque tienen talento de sobra, pero el espacio es poco y prima, por sobre todo, la medida del gusto para seleccionarlos.

Es decir subjetivismo.

Es posible que algunos abjuren de esa metodología y prefiera otra, más científica, más objetiva, más independiente. Es razonable y respetable. Pero por el lado nuestro pensamos que si bien es el ideal, presentan un grave inconveniente: no existe.

No salimos de nosotros mismo y el lector preferirá, ante todo, un libro que lo haga disfrutar, reír, emocionar, divertirse, pensar, llorar,  alegrarse, olvidar la penuria de vivir, tener, en buenas cuentas, gratos momentos.

No salimos ahí, repetimos.

Sirva esta breve reseña como una pincelada para conocer los grandes novelistas chilenos que ya tienen un lugar destacado en el Parnaso de las Letras.

TEXTO: Jorge Arturo Flores

FOTO: Memoria Chilena 

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