EL LIBRO ¿DEBE SER ENTRETENIDO?

La inmensa mayoría dirá que sí de inmediato: no le cabe en la cabeza leer un texto que no capte su interés y sea aburrido.

Es ilógico.

En esa línea, la poesía ¿debe ser amena?

Aquí tocamos límites. No es lo mismo una novela, preferentemente, o una narración breve, comparada con los poemas. Estos son más difíciles de digerir, cuesta trabajo entenderlos, forman parte de lo más íntimo del autor y eso, por lógica, no tiene nada de entretenido, más aún si el bardo se da aires de genio, filósofo, psicólogo, chamán, visionario, apologista ideológico, rompedor de esquemas, revolucionario, etc.

Ahí no hay por donde hincar el diente.

Aunque la mayor parte de la poemática es más bien difícil, a veces hermética y críptica, dada la arrogancia interna (se creen pequeños dioses), hay poemas que son fáciles de leer y entender, aplanan el camino al leyente y puede deleitarse ojeando, sin caer en abismos filosóficos o mesiánicos. Los hay notables en su profundidad, mensaje y emoción.

Son pocos, pero los hay.

Y no aburren

Estamos hablando de textos literarios, porque hay libros con diversas materias, especialmente técnicas, educativas, religiosas, sociales y políticas, que no tienen nada de atractivas, salvo para los que disfrutan de esas variaciones.

Allí no hay nada que opinar.

Todo esto viene a cuento porque fuimos observadores, en el pasado, de la controversia literaria entre el entretenimiento y el contenido social.  No se concebía entonces que el pasatiempo fuera el leit motiv de la producción libresca. Eso no decía nada, era aire, le faltaba enfierramiento. Los que arremetían contra esa premisa, (la mayoría de tintes izquierdistas) indicaban que todos los textos debían sostener contenido social, estar fuertemente comprometido con el pueblo (¡Oh pueblo, cuantas barbaridades se cometen en tu nombre!), debían mostrar la realidad, o sea, la de un sector nomás.

Si no fuere así, era literatura insulsa y, por ende, mala.

Al parecer, con los años, no les fue muy bien en este “gallito” y se redujeron a ghettos ideológicos. La obra publicada de acuerdo a cánones ideológicos nunca estuvo a la altura, salvo para algunos empecinados, y pasaron a la historia sin pena ni gloria.

En general, el libro fue creado para entretener al ser humano, mostrar realidades, ofrecerle sueños, echar al vuelo las campanas de la imaginación, lo hace, en suma, emocionarse, llorar, enternecerse, reír, sorprenderse. Debe abarcar, por supuesto, realidades que hagan pensar, con mensajes y deducciones.

No pueden ser solamente fuegos artificiales

(De nuestro libro “Cosas de Escritor: crónicas literarias” (2023).

 ARTURO FLORES PINOCHET