CUANDO CAEN PARADIGMAS LITERARIOS (*)

Nuestro maestro en el mundo de la literatura, Alone, decía que la “persona que ha leído mucho, acaba por sentarse y ponerse a escribir”. Y añadía: “Es lógico, es natural, se aspira a poseer lo que se admira”.

Por muchos años, y vaya que  han transcurridos  desde la lectura de esa reflexión, creímos lo mismo, es más, coincidía con nuestro pensar. Era absurdo, para nosotros, suponer que un escritor que no tuviera un arsenal de lecturas metidas en el cuerpo podría, posteriormente, “ponerse a escribir”. No nos cabía en la cabeza. Además, contábamos con nuestro ejemplo. De temprana edad leímos mucho, tal vez demasiado, y de un día para otro, no sabemos por qué ni cuándo, nos dio por “ponernos a escribir” hasta hoy, cuando peinamos  canas.

Es un  misterio, aunque para Alone parezca lógico y natural.

Pero en el descenso de la vida, cuando ya no se trabaja por obligación y hay tiempo para cavilar, la cuestión ha sufrido cambios. Y nos llegó por vías muy familiares.

Un día nuestra hija  nos envió unos versos para que los leyera y corrigiera. No sabía que le gustara escribir, puesto que sus habilidades artísticas iban por otro lado: danza, diseño, tatuaje, dibujos. Pues bien, heme aquí leyendo los versos suyos. Gran sorpresa. Buen vocabulario, lenguaje claro, temáticas interesantes, aunque predomina el amor; pensamientos certeros sobre la existencia humana, el presente y el futuro, tratado con las dudas existenciales de cualquier artista.

Natalia, desde luego, no fue precisamente lectora y tan solo leyó los libros ordenados por el colegio. Ya se sabe, cuando nos obligan y no se hace por placer o propia decisión, el resultado es nefasto.

La hija, entonces, frente a nuestra calificación, no tenía por donde escribir.

Sin embargo, lo hace y muy bien.

Entonces, hasta ahí llegaron nuestras exigencias incontrarrestables sobre la evaluación de un escritor. No podíamos creerlo. También se sumaron las visiones de campesinos sin educación tocando la guitarra y cantando los famosos poemas a lo humano y divino. Asimismo, tuvimos contactos con autores que no tenían un poeta favorito ni habían leído poesía.

Lo hallamos increíble.

Tuvimos que cambiar nuestra óptica y asumir que el acervo cultural no es condición “sine qua non” para crear. Cuesta convencerse después de tanto tiempo, pero la realidad, como dicen, es dura e inatacable.

De esta manera se nos cayó una convicción literaria.

(*) Cogimos el término «paradigma» en el sentido de «ejemplo». Siempre lo tomamos así. Hoy le han aplicado otro significado. Preferimos el primigenio. Vale.

ARTURO FLORES 2020