RESURRECCIÓN DEL CUENTO

Como sabemos, la novela corre con ventaja, tanto en los lectores como en el bolsillo de editoras, respecto del cuento y la novela. Ha sido así por tiempos inmemoriales. La poesía, curiosamente, ofrece un panorama paradojal: se escribe mucha, pero se lee y vende poco. Más lejano permanece el cuento, como el patito feo entre las dos columnas. Si bien se ha escrito bastante, su lectura no ha sido aprovechada.

Es que es el más difícil.

Antes del año 73, existieron cuentistas de renombre y han quedado en la calidad de clásicos. Muchos son novelistas que transitaron por estos caminos pedregosos. No olvidemos a Manuel Rojas, Marta Brunet, Baldomero Lillo, Federico Gana. Luis Durand, Francisco Coloane, Mariano Latorre, entre los que se vienen más rápido a la memoria.

  Después del año indicado, afloró una generación joven que cultivó el cuento con algún esmero, pero que universalizó su temática en torno al papel ideológico, lo cual era previsible.

Lo malo es que se ha mantenido  demasiado tiempo.

Hoy, merced a las imprentas independientes y al esfuerzo denodado por ser leídos, han nacido una profusidad de relatos cortos que mueven a decir que estamos frente a la resurrección del cuento.

Eso alienta el espíritu y permite sugerir a nuestras autoridades educacionales que, en el fomento de la lectura, debieran utilizar el relato breve para enganchar.

No se nos oculta que igual la tarea es difícil por cuanto la tecnología marcha a campo traviesa en su desarrollo y la evolución mental del hombre quedó atrás. Pero ayudaría por cuanto, ante la carencia de tiempo, se prefiere la inmediatez y el cuento permite leerlo en un lapso sucinto.

En lo que nada ha cambiado ha sido el esfuerzo animoso de los cuentistas por hacerse conocidos y su dificultad para imprimir los textos.

El negocio, querido, ante todo.

Saludemos, entonces, la resurrección del cuento.

ARTURO FLORES PINOCHET agosto 2021