NICANOR PARRA: un legado para todos & para nadie (César Cuadra)

Arturo Flores Pinochet

Ensayo escrito por Cesar Cuadra con el título  La Antipoesía de Nicanor Parra. Un Legado para todos &Para Nadie. Publicado por el Museo Histórico Nacional  en el año 2012. Consta de una presentación, un proemio, 3 ensayos, fotografías del poeta chileno, cerrando con una bibliografía.  Un sugestivo intento. Otro texto  que se añade a la extensa cadena de estudios sobre la obra del  gran poeta chileno.

 

 El LEGADO DE CESAR CUADRA O LA ADMIRACION POR CANTINFLAS

 

Cuesta a veces imaginar el prurito de los académicos por escribir en forma hermética, enrevesada, aburrida, cantinflera (de Cantinflas), pecando de soberbia y  espetando  vocablos que seguramente deben constituir  una delicia para sus colegas, pero que al simple lector le parecen coces en el rostro.

No entiende nada.

Alone, el gran crítico chileno, hacía ver esta suerte de jerigonza técnica cuando alguna vez  comentó el libro de Cedomil Goic sobre la novela chilena. No comprendía que se escribiera oscuro lo que podía ser claro.

“Llaneza, muchachos, llaneza”, solicitaba.

Cesar Cuadra, sin duda alguna, escribe para su propia delectación. También para unos pocos colegas. Pocos, porque esta especie, felizmente,  no se reproduce como los conejos. El legado que deja es bien pobre, considerando que su obra no despertará entusiasmo en el público lector, salvo, reiteramos, los que adscriben a su modo de teorizar. Y eso.

La lectura del texto es una marcha cuesta arriba. Una senda poblada de los típicos vocablos técnicos con los cuales estos señorones se aíslan del mundanal ruido y aparecen en escena como sapientísimos doctores de la ley. Cuadra derrocha erudición en  sus palabras. Claro que sí. Pasma tanta sabiduría. No por nada es Doctor en Filología, caramba.

No conoce, claro está,  ni por broma,  la síntesis y la brevedad. Menos la claridad.

Por ello, César Cuadra podría escribir sobre lo mismo toda la vida, sin cansarse. Reitera los temas (dirá temática), peca de obviedad, repite la  idea en todas las páginas, se extiende considerablemente en digresiones filosóficas “y metafísicas” que debe provocarle, con toda seguridad, un gran orgasmo…espiritual.  Mucha palabrería inútil, mucha vaciedad conceptual, mucho “es decir” y “vale decir”. Mucha “metafísica, postmodernismo, desconstrucción”. No se estructura ni poda ni minimiza ni corta la “lata”.

Monologante, arbitrario,” latero” sin límites.

Un pésimo legado.

Véase esta perla: Pero claro, los presupuestos estéticos se nos presentan aquí bajo una estructura de examen psico-técnico (evidentemente anti-estéticos y anti- poéticos y anti-metafísicos) cuya articulación ya no es la de la lógica clásica, sino abiertamente dialógica (es decir, donde sus enunciados son irreductiblemente contradictorios y a la vez complementarios).

Y así, con el mismo diapasón, sin cambios, durante 175 páginas….

¿Otra más? “y su dispositivo lógico-metafísico (el de la elección simple), ya que es esta estructura la que destruye el tejido multidimensional de lo existente, al imponerse la regla pulsional y lógica de la decisión simple”.

Una breve: “los enfoques críticos comparten paradigmáticamente el sello homogeneizante de la reducción y simplificación”.

La última: “ estructura dialógica, activa, coloquial, intersubjetiva, etc.”

Cantinflas es una alpargata al lado de Cuadra.

¿Existirán lectores valerosos, ciegos y porfiados, que logren llegar al final…?

En  nuestro caso, abandonamos el barco en la mitad, después de las fotografías, lo único claro en este discurso “metafísico, vivencial, intersubjetivo, dialógico, organizacional, constructo”, etc.

Basta.

Sin embargo, el “objeto” a enjuiciar, esto es, Parra y la antipoesía, distan sideralmente de emplear en sus trabajos el hermetismo, el sello doctoral, la palabrería académica o mirar con cierta benevolencia al lector. Todo lo contrario. Sorprende, entonces, que a Cesar Cuadra, que anduvo en la miel, no le hubiera quedado nada, pero absolutamente nada, pegado a sus pies.

Debió aprender la lección del gran maestro, a quien, suponemos, admira.

Como discípulo,  en estas latitudes, es un alumno porro, que repite y repite el curso.

Y estamos absolutamente seguros que,  en estas materias, proseguirá repitiendo. “Es decir”, como él lo repite tantas veces en su libro, no tiene vuelta,” no tiene remedio”, morirá así.

Sus lectores, de seguro, frente al último acontecimiento, no derramarán una lágrima. Al contrario, respirarán aliviados.

 

EL LEGADO DE NICANOR PARRA O EL TRIUNFO DE LA ANTIPOESIA

En lo que se le nota suelto al ensayista, poeta, crítico y Doctor en Filología,  es cuando recurre a la historia de Nicanor Parra. Allí, al documentar sus estudios, trabajos y premios, consigue aligerar un poco  el tedio académico (¡cómo no se aburre con sus lucubraciones!).

El análisis que efectúa de la antipoesía de Parra, además de archisabida, no aporta mucho a lo que se ha dicho inagotablemente del antipoeta. Eliminando las obviedades, las reiteraciones, el trabajo titánico de cogerse la cola, los vocablos espantosamente enrevesados y técnicos, podríamos encontrar la almendra al final del fango.

Le hace justicia, incuestionablemente,  a la trayectoria del poeta, al amanecer del antipoema, la importancia que ésta goza en el devenir de la literatura chilena; lo ubica en el sitial preciso, es decir, el más grande; analiza sus orígenes y su desarrollo, apuntando a la permanente evolución del trabajo poético, a su manía por reinventarse y por crear nuevos mundos, sin quedarse, como los otros, en un sólo sitio. Hace valer la capacidad de Parra para comunicarse con el lector en términos coloquiales, donde el “chiste” ocupa lugar destacado, al igual que los “discursos” de sobremesa y los “sermones” del Cristo de Elqui. “Deconstruye” el antipoema, los artefactos, los chistes, los discursos, los trabajos prácticos y, en medio de la jerigonza letal, dentro del ramaje que se nos mete por  oídos,  boca y  ojos, se alcanza a vislumbrar una luz de concordancia con el parecer de los lectores parrianos.

Tenemos la esperanza que toda esta retahíla sosa repercuta en las pétreas testas de los puristas de la lengua, de los críticos literarios, de los poetas que no suelen ver “ni en pintura” al poeta de Las Cruces, ampliándoles el panorama y aclarando  el soterrado valor artístico que tiene toda la obra de Nicanor Parra y que sus detractores, en su estulticia,  no quieren distinguir ni entender.

Mal que mal les habla un Doctor en Filología.

Eso podría constituir la parte positiva del libro.

LECCIÓN APRENDIDA: JAMAS ESCRIBIR COMO CESAR CUADRA

En síntesis, es un texto para unos pocos iniciados, para estudiantes de literatura, para eruditos en la materia, para seres que han hecho de la oscuridad y el hermetismo su filosofía de vida, permitiéndoles posar, posteriormente, de sabihondos.

No es recomendable, entonces,  para el común de los mortales.

Cuesta pensar, en todo caso,  que estos prototipos logren algún tipo de placer en estas “desconstrucciones metafísicas, vivenciales y postmodernistas”, como lo dice Cuadra. Porque en el fondo, y por eso escriben, aman la literatura. De lo contrario buscarían experiencias más placenteras. ¿Una forma diferente de amar?. Puede ser.

Al lector simple, al que le gusta Parra porque su poesía lo transforma, lo hace sonreír, lo transporta sin rodeos a la cotidianidad, porque lo interpreta y puede leerlo de corrido, porque lo deja meditando profundamente, le costará una enormidad concebir y leer este mamotreto insípido, pesado y farragoso.

Estos son los textos que alejan a cualquier lector.

Una lección les quedará clara: no escribir jamás como Cesar Cuadra.

Ver más sobre vida, obra y comentarios sobre Nicanor Parra en http://www.cronicasliterarias.wordpress.com y http://www.semblanzasliterarias.wordpress.com

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